jueves, 23 de agosto de 2007

Argentino del Valle Larrabure a 32 años del asesinato



"Recordar a Larrabure siempre es una manera de no olvidar nunca lo que no debe ser olvidado".


"Mi palabra es breve, sencilla y humilde; se trata de perdón y que mi invocación alcance con su perdón a quienes están sumidos en las sombras de ideas exóticas, foráneas, que alientan la destrucción para construir un “mundo feliz” sobre las ruinas".

Argentino del Valle Larrabure


ESTREMECEDOR DOCUMENTO DEL MARTIRIO DE LARRABURE
ESTO ESCRIBIO UN HOMBRE QUE ESPERO LA MUERTE 372 DIAS



Sólo frente a la muerte, sin esperanzas, Argentino del Valle Larrabure, escribió durante su cautiverio lo que le dictaban el dolor, la nostalgia y el recuerdo de sus seres queridos. Este es su diario. Un documento que no se puede leer sin lágrimas.

“A Dios, que con tu sabiduría omnipotente has determinado este derrotero de calvario, a tí invoco permanentemente para que me des fuerzas.A mi muy amada esposa, para que sobrepongas tu abatido espíritu por la fe en Dios.A mis hijos, para que sepan perdonar.Al Ejército Argentino, para que fiel a su tradición mantenga enhiesto y orgulloso los colores patrios.Al pueblo argentino, dirigentes y dirigidos, para que la sangre inútilmentederramada los conmueva a la reflexión para dilucidar y determinar con claridad que somos hombres capaces de modelar nuestro destino, sin amparo de ideas y formas de vida foráneas totalmente ajenas a la formación del hombre argentino.A mi tierra argentina, ubérrima y acogedora, escenario infausto de luchas fratricidas…, para que cobije mi cuerpo y me dé paz.Mi intención no es el insulto ni formular personalismos. Más bien me impulsa a escribir este cautiverio que me sume en las sombras pero que me inundó de luz. Mi palabra es breve, sencilla y humilde; se trata de perdón y que mi invocación alcance con su perdón a quienes están sumidos en las sombras de ideas exóticas, foráneas, que alientan la destrucción para construir un “mundo feliz” sobre las ruinas.Mis enemigos son medrosos y pusilánimes ante iguales y superiores. Impulsivos, cortantes y autoritarios ante inferiores, débiles, cautivos y desarmados. Valientes en las sombras, en la sorpresa, en la espalda o en el insidioso dardo arrojado por detrás a su oponente. En el cautiverio se corta abruptamente la relación con un medio, formado por la integración de familia, trabajo y amigos. Se cae a una celda estrecha, húmeda. Un escondrijo de ratas donde los carceleros encapuchados juegan una suerte de duendes o de brujas.Soledad de voces y ausencia total de facciones vivas. La cara es reflejo del alma y los mentados “carceleros del pueblo” son capuchas móviles, insensibles, endurecidos por resentimientos de profundas raíces. Son carceleros sin alma.

SORPRESA Y SECUESTRO
El asalto embozado y sorpresivo constituye siempre el peldaño para secuestrar una persona que por la investidura de un cargo, por la posibilidad de servir de rehén canjeable o para negociar el cambio por millonarias sumas, se transforma en un ave apetecida de quienes no siendo delincuentes comunes se vuelven mercaderes del dolo. Del dolo para muchos no punibles, porque son ellos los secuestradores integrantes de pseudo ejército que lucha por reivindicaciones populares. Son “luchadores anónimos contra las injusticias populares”. No puedo imaginar qué ventura de hálito bondadoso y sutil acaricia su accionar delictivo, qué hace que su carroña se transforme en doradas mieses.En esta tierra de gallegos y tanos, donde el ser hijo o descendiente de inmigrantes es lo común, quién puede cantar loas de discriminación racial, nadie. Sin embargo los hijos legítimos de la tierra, los aborígenes, desaparecen víctimas de endemias y desposeídos porque sólo aventan sus dolores los integrantes de congregaciones religiosas que concretan en diversos rincones del país obras silenciosas pero de profundo contenido humano. Los poseídos de las inquietudes marxistas-leninistas ignoran al aborigen porque el indio con su fuerza telúrica vive en confines donde ellos no llegan. A veces llegan como en 1968: un tercer mundista, el ex sacerdote Ferrari, y un grupo de ambos sexos llegaron a un lejano poblado de Formosa. Agitaron ideas, reconvinieron la “injusticia burguesa” que los tenía postrados en el olvido y la miseria, obsequiaron víveres y antes de los quince días regresaron a sus posiciones “burguesas” en Rosario. Pregunto: ¿no hubiera sido conveniente cumplir con el milenario refrán “NO LES DES PESCADO, ENSEÑALES A PESCAR”?.Estos poseídos de transformaciones revolucionarias tras la sombra y la traición asaltaron la Fábrica Militar, donde en mi carácter de ingeniero militar me desempeñaba como subdirector. Eso fue una noche del 11 de agosto de 1974. Fue durante la realización, en las instalaciones del casino de oficiales de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos “Villa María”, de un acto “burgués” consistente en una reunión social.Sorpresivamente atacado fui tomado como rehén por un grupo subversivo.

LAS HORAS INICIALES DE MI CAUTIVERIO
Estar cautivo de estos revolucionarios antiimperialistas, que arroban sus ideas en los “sobacos” del imperialismo ruso, chino, francés o del imperialismo que nace de la satisfacción de placeres fáciles, del sabor del poder asequible sin espera, del dinero, diciendo ser antiburgués cuando huelen a burgués desde cuando se amamantaban de los pechos de sus madres.Estar cautivo de estos “próceres” es como estar atrapado en una telaraña, donde sustraído del medio nos vemos impotentes para liberarnos pero mantenemos la esperanza de una muerte.Una “cárcel del pueblo” la titulan. Lo del pueblo está demás, por cuanto se gobierna por sus legítimos representantes. ¿Qué representan quienes se arroban el derecho de hacer purgar culpas con carceleros con capucha?.Es necesario preguntar qué se proponen los siniestros cultores de estas cárceles, que medran con la violencia para lograr dinero, para financiar sus aparatosos y burocráticos sistemas de “delincuencia” revolucionaria. Burócratas carceleros con capucha.

MOVILES DEL ACCIONAR SUBVERSIVO
La subversión en su estrategia y en su táctica busca crear el caos nacional. En la estrategia están los revolucionarios burgueses, con coches, mujeres, departamentos, buenas “pilchas” y cuentas en el extranjero.Su escenario es multinacional, hablan de “revolución de América latina” y sus representantes se reúnen en Praga, para recibir instrucciones de un “buen señor maestro en revoluciones”,que como es de suponer no se llama García, Fernández, Pérez o algún otro patronímico de origen español, itálico, común a nuestra vena, que nació con la corriente arrolladora de la inmigración. Venerados revolucionarios como nuestro máximo representante del partido comunista, el señor Victorio Codovilla, que murió en Moscú, donde fue enterrado. Pregonan que el poder sólo será conquistado por la lucha. Y la lucha, por las características de sus organizaciones será larga, insidiosa, sucia.

ME LLEVAN A UNA CELDA
Privado de mi libertad me encontré en un refugio húmedo, sin luz natural, lejos de ruidos y celosamente custodiado por encapuchados cuyos cambios de guardia constataba por el calzado que usan o por las manos. Manos en general jóvenes, con pieles tersas, clásica de la potencialidad física propia de la juventud, ávida por vivir, por aprender, por su esperanza en el futuro, por su intolerancia con la espera. Estos son mis carceleros, mis jóvenes encapuchados que resignan con su agresiva actitud la milenaria disposición que caracteriza a la juventud por su ternura, por su amor.Omití referirme al traslado que de mí hicieron mis “benévolos captores”. Inyectarme un alucinógeno y cuando horas más tarde desperté me encontré en otro abyecto canil. Me desperté aturdido, tendido en un camastro, mi cabeza llena de zumbidos, mis ojos pesados, sin poder entreabrirlos. La luz de un tubo fluorescente hería mi retina. El techo, de unos dos metros de altura, mostraba su superficie de ladrillos huecos premoldeados. Mi “espaciosa” celda es un cuadrilátero de 2,20 de largo por 2 de alto y 1 aproximadamente de ancho. Aprecio que mi celda es una excavación porque carece de ventanas y una de las paredes laterales está burdamente revocada a cemento. El frente es de idéntica composición. El contrafrente es una pared de ladrillos huecos y una reja de aproximadamente 40 por 60 y el costado una divisoria de madera compactada. Una puerta de igual material da a un pasillo, donde existe otra lúgubre y húmeda celda.Esa puerta de mi canil se cierra desde el pasillo. Este, a su vez está cerrado por una puerta de hierro, de las comunes puertas de calle, que da a un estrecho pasaje que lleva a una escalera de madera. La escalera tiene ocho peldaños y es sumamente empinada. Desemboca en un placard, cuyo piso de quita y pon cubre el acceso y dificulta cualquier control somero. Dos tubos de plástico negro de unos dos centímetros de diámetro conectan con el exterior y permiten la aireación mediante un extractor eléctrico cuyo funcionamiento depende de mis captores. Yo padezco la terrible desventura de pensar que puede dejar de funcionar y aumenta mi congoja de sentirme ahogado en este nicho donde el aire húmedo y enrarecido aumenta el asma que quebranta mi fuerza física.¡Oh, Dios, no me castigues muriendo ahogado, asfixiado, desesperado...!

CUANDO NO HAY DIAS NI NOCHES
Estoy confundido y quiero ordenar mis ideas. No sé de noches ni de días. Las horas no están marcadas por reloj. Me son dichas por mis “piadosos” carceleros encapuchados y por Radio Rivadavia, que ellos sintonizan y me hacen escuchar mientras me vigilan. Aquí, en este maldito subterráneo, en esta odiosa ratonera, los hombres me privan de percibir el día por el sol, por la luz, por el volar de los pájaros, por el cielo diáfano y celeste que nos llena de esperanza; de la noche, por la oscuridad, por la luna, por el titilar de las estrellas que nos hablan el lenguaje de lejanas galaxias.El tiempo, en su inexorable derrotero, transcurre suave y feliz precisamente cuando oscuras nubes no ensombrecen nuestras vidas. Pero hoy, prisionero, sin entender la razón de mi cautiverio, el tiempo sólo sirve para dimensionar un tiempo transcurrido y un futuro cada vez más cerca de mi muerte o de mi liberación…¡Oh Dios! ¿Podré un día encandilar mis ojos con la luz del sol y palpitar mi corazón agitadamente junto a mi amada esposa, hijos y demás queridos? Me han dado un lápiz y borradores y ya he confeccionado mi propio calendario.Mis carceleros me han brindado entrevistas para hablarme de política. Por supuesto, de política revolucionaria empapada de Mao Tse Tung, Regis Debray, Giap, Ho Chi Minh, Guevara y demás. Les he expresado que mi formación es eminentemente técnica y no siento vocación y prácticamente me fastidia la política. Para prepararme me han entregado la bibliografía correspondiente y persisto en mi obstinación de mi poco apego a tales estudios e insisto en que deseo libros de matemáticas, física o química. Afortunadamente me hacen llegar libros de matemáticas y el estudio pone su aporte de terapia laboral a mi largo cautiverio.Este vivir sin querer vivir, este transcurrir del tiempo sin ser dueño de él me hace volcar a diario a profundas meditaciones. Ellas me reencuentran con Dios, en quien deposito mi esperanza, de quien guardo infinita fe y me someto sumiso al destino que me dé y al recuerdo permanente de mis seres queridos, que vivirán una pesada cadena de dolor por esta separación e incertidumbre de mi destino.

EL RECUERDO DE UN LIBRO
Las marañas en este largo tiempo que dispongo traen a mi memoria un libro que leí hace más de 20 años. Se trata del libro titulado,”Mis prisiones”, de Silvio Pellico. En él, el autor compone una autobiografía en que cuenta su prisión por causas políticas, allá por el año 1820. Estaba segregado en una celda pero disponía de carceleros sin capuchas, que ya en el primer día se ofrecen a comprarle vino y se horrorizan al saber que Pellico no bebe, por cuanto entonces, según ellos, se le hará insoportable la soledad de la prisión. Son carceleros que en sus caras, en sus mejillas, traducen alguna consideración por los que sufren.Pero el autor de Mis prisiones relata que en la soledad y el silencio de su celda se reconforta con su devoción a Dios y el recuerdo de los seres queridos que añora. Muy pronto, una Biblia le permitirá deambular en profundas meditaciones y muy pronto también se acerca a las rejas de su celda un niño, hijo de ladrones, que vive y crece al amparo de la cárcel donde su padre purga una pena. Pellico le arroja un pan, y advierte que el niño es sordomudo. El pequeño agradece con cariñosos gestos y así a diario se entabla una mutua comunicación por señas y muestras de gratitud del niño, que arrastra sus signo de desgracia en su sordera, en su mudez y el origen envilecido de un padre ruin.La falta de distancia, la visión del día y de la noche, la mirada de piedad y consolación, la comunicación interior y exterior, la mirada a cara descubierta de los carceleros, el cruce de miradas amigas de otros presos con igual destino, con un médico viejo pero de amplio sentido humano, que brinda la autobiografía de Silvio Pellico, es un sustento que falta en esta “moderna y justiciera cárcel del pueblo”.

NO ES UN MEDICO: ES UN VERDUGO
Muy pronto, y como consecuencia de la estación primaveral que finaliza la temperatura va aumentando. Llegan las horas en que el aire se va enrareciendo. Hay en mi “canil” un gran porcentaje de humedad, y mi crónica afección asmática se ve recrudecida. Son solícitos en prodigarme asistencia médica. Un galeno con capucha viene, me ausculta y realiza una prolija revisación, le indico con sumo detalle otras dolencias físicas que me atormentan en el cautiverio: constantes dolores de cabeza, ardor estomacal producto de frecuente acidez, continuos deseos de orinar y un insomnio cruel que lacera mis quebrantados nervios. No veo la cara del médico, sus ,manos son de un hombre joven, de voz pausada y suave. Su examen, su presencia, constituyen una comunicación con el mundo exterior que llena mi espíritu de esperanzas, quizás inútiles, pero son peldaños de ilusiones, por cuanto un médico, un discípulo de galeno, un hombre que juró por Hipócrates, es un hombre con una formación, con una concepción humana que lo hace respetar al hombre, amarlo, cuidarlo, mejorarlo y aún ayudarlo a morir con esperanzas.Esta concepción es una expresión acunada en mi fe en el hombre, en el hombre hecho a manera y semejanza de Dios. Pero no todos los hombres han recibido la luz de sus buenos maestros. Con el médico estuve parlanchín y referí fluidamente mis dolencias. Estas persisten y por ello me parece propicio pedir que nuevamente un médico me atienda de mis problemas de salud.Quiero la presencia del médico porque quizás pueda hablar con él de tal manera que además de mis males físicos pueda confiarle los dolores que oprimen mi espíritu. Quizás el pueda comprenderme y constituya el madero que en el naufragio llega con su sostén providencial. Si, medito y hablo conmigo mismo para repetirme: el médico me habrá de comprender y tendré por él la posibilidad de llevar a mi familia una comunicación un tanto directa y providencial, portadora de un hálito de fe y esperanza, en esa carrera de desventura que viven los míos. Despliego el envase de cartón de uno de los medicamentos y en su parte interior escribo mi mensaje de desesperado extraviado:” Por favor, doctor, hable a Buenos Aires, al número ... y diga que estoy bien... “.El médico de acuerdo con mi pedido viene nuevamente. La revisación es prolija. Mi relación de mis malestares es sumamente esclarecedora pero reiterativa. El médico observa, escucha, ausculta, toma nota y me aporta su cuota de tranquilidad, expresándome que las nuevas medicaciones habrán de superar los pesares que sufro. En un instante en que el carcelero no observa, discretamente llevo a la mano del doctor mi mensaje y en mis ojos imploro que acepte ese compromiso de solidaridad con un ser humano quebrantado por un injusto cautiverio. La capucha asiente afirmativamente. Pero en ese asentimiento pude ver sus ojos, y nació en mi de inmediato el firme convencimiento de que la capucha es solo estuche de un hombre que está técnicamente preparado para ejercer la medicina, pero carente de sentido de piedad. Más bien es un hombre con cualidad de verdugo. Sí, éste es indudablemente el hombre nacido para manejar el hacha que secciona una cabeza en el cadalso, donde cae brusca, sanguinolenta. Donde un torso y extremidades dan estertores convulsivos al ser tocados por una súbita muerte. Al ver sus ojos he visto la malicia calculadora del sádico, que siendo médico sólo tiene el alma carnicera del verdugo. La negra tela de la capucha que trasunta la mejilla desencarnada de la muerte me espera paciente. En una espera que procura lenta para gozar de mi impotencia y de mi desesperanza, pero se nutre en su ansia fatídica, en que su cautelosa acechanza no será vana. El médico se fue con mi esperanza y mi duda. Amargo sabor de hiel el de esos ojos glaucos y fríos que vi en el orificio de la capucha, ojos de aves voraces que gozan de que la carroña de mi cuerpo sea devorada en amarga espera.La esperanza se desvanece como letras escritas en la arena...

UN DIALOGO TERRIBLE
Después del mensaje frustrado que intentara cursar con el médico, hay una velada obstinación en observarme. Trabajo en mantener limpia y ordenada mi ratonera y estudiar diariamente matemáticas en el texto que me trajeron, además de papel borrador y lápiz. Esto constituye mi evasión y me posibilita la redacción de estos apuntes que hasta hoy he podido esconder de mis trabajos. Mi certidumbre se afianza con la visita de un encapuchado que me dice: “Mayor, no se desespere y no trate de quebrantar su prisión. En la cárcel del pueblo Ud. permanece porque el Ejército al que usted pertenece, lo ha abandonado”.“No estoy abandonado”, le respondo, “estoy acompañado por la fe infinita de Dios y por el amor de mis seres queridos, amigos y mi Ejército, que no me abandonará jamás, porque en él se forjó mi carácter, porque él perfeccionó mi intelecto y porque en él aprendí muy joven a aceptar y saber esperar a la muerte con templanza”.“Usted, mayor, tiene una evidente inestabilidad emocional, y habiéndolo abandonado su Ejército, Ud. puede lograr su libertad.”“¿ Lograr mi libertad a cambio de qué?” “Mayor, Ud. es especialista en armas y explosivos. Acepte Ud. trabajar como asesor para las fábricas de nuestra organización y será libre”“ Por ese precio, no...Sólo la muerte, que sabe a la pureza del fruto no corrompido. Morir, pero por ideales que están al amparo de símbolos que nos conmueven el espíritu con la visión de una nación altiva. Ricas pampas, ríos caudalosos, mocetones que sienten la Patria por la pureza de sus corazones libres y que ignoran cánticos foráneos y estrellas imperialistas de cinco puntas teñidas de rojo.¡ Oh, muerte apetecida, te espero fiel a mi Patria y a mi Ejército!”“Larrabure, Ud. tiene un desequilibrio emocional que no le permite apreciar exactamente su situación. Piense y hablaremos...”“ ¡ Sí, hablaremos para que cada vez que se consolide más mi fe y mi fidelidad!”“ Hablaremos, Larrabure....”

CIGARRILLOS IMPORTADOS
Quedo acalorado, nerviosos, tembloroso, y me arrojo en mi camastro, enardecido. Cuento los pasos de los peldaños de la escalera mientras por la reja mi guardia encapuchado sigue atento a mi actitud, busca la respuesta del diálogo en mi soledad. Tendido de cara al techo miro los ladrillos huecos de cerámica y arcilla cocida. Qué destino impío el tuyo, naciste para techo tibio de un hogar y hoy vives como pared estrecha de celda. Estás enlazado a viguetas de hierro y cemento, cuarenta centímetros me aíslan de la superficie. Arcillas quebradizas, frágiles, el tubo de luz fluorescente con sus cables conductores me pueden posibilitar electrizar la puerta de hierro o la reja de mi celda, pero todo esto es una esperanza, porque siempre están los ojos vigilantes del guardia que me mira silencioso en su capaucha. Hijo mal parido sería trocar este mísero encierro por una libertad física, mientras mi alma se envilece con el fango de estos miserable. Mi capacidad técnica la posibilitó mi Patria para ponerme al servicio de una sociedad, la sociedad argentina. Que no obstante sus imperfecciones ha dado siempre muestras de igualdadad de posibilidades, es una sociedad abierta.Esos, mis encapuchados, se han prestado a una revolución con el desenfreno de la juventud, con cánticos de Marx, de Mao, de Giap, el Che Guevara, Ho Chi Minh y Truong-Chnik en “la resistencia Vietnamita vencerá”. Están en la revolución. Entraron ayer, hoy son sus prisioneros y seguirán, porque hay que seguir como el río que no se detiene, es estar en el deleite de horas de zozobras y de luchas. Mientras me cuidan, fuman, y las volutas del humo de sus cigarrillos importados huelen a burgués y me ahogan en la estrechez de mi pocilga. El asma altera mis nervios y mis sentidos están atentos a que el extractor de aire no me traicione. El humo de los Camel me hace mucho mal. Humedad, humo, y creo sentir croar de ranas, ranitas verdes que podrán mirar las estrellas de un cielo inconmensurable. A diario, motores de automóviles ponen una nota acústica a mi vida. Son mis carceleros, que, atados al desvarío de sus pasiones, son prisioneros de ignorados duendes, integrantes de una organización, en su interior han palpado sus impudicias, el desborde de poder de sus jefes, el cambio de rutas que marcaban los objetivos de su lucha, el nacimiento de una burocracia en su estamento que la torna tan impúdica como la burocracia que era motivo de sus luchas.Pero ya están en el E.R.P., están en un torbellino, y como las aguas buscan un desnivel, éstos “revolucionarios” ruedan y llega un instante que no saben por qué y para qué, pero ruedan. No sería justo objetar la alimentación. Mis carceleros me alimentan bien. Creo que ellos piensan: “barriga llena, corazón contento”. Cuán distante esta mi pensamiento en prodigar alimentación a mi cuerpo para que como una vela no se extinga por falta de estearina. ¡Sin embargo, mi salud decrece, siento altibajos emocionales, insomnio, inapetencia, indisposiciones estomacales y una aguda cistitis. Mi pequeña celda con su inodoro portátil que me retiran a diario, la estrechez, la impotencia y esos ojos de capucha que me vigilan tras la reja crispan mis nervios.

“QUIERO MORIR DE PIE”
“Hago gimnasia moviendo mis brazos y piernas en flexiones interminables, pues quiero fatigarme. La fatiga me prodigará el sueño. A pesar de ello no puedo dormir y debo recurrir al carcelero para que me facilite un barbitúrico. Me entregan un Valium de 5 miligramos. Solamente con la ayuda de esta droga logro conciliar algunas horas de descanso con un sueño profundo y relajado.En este mi retiro obligado medito que es necesario disponer de una profunda vida interior para sobreponerse a la desventura del cautiverio, de la soledad, de la angustia por el recuerdo de seres queridos sin llegar al extravío, a la enajenación. Busco fuerzas en mi espíritu azotado para superarme, para no quebrantarme, para no claudicar, para morir con Dios, que estos pervertidos sin fe apostrofan, pero también tengo lucidez para comprender que en algunos momentos los zumbidos que castigan mi cabeza me sumen en un estado de inconciencia y siento voces hablar de personas muy caras a mi corazón.Calladamente rezo pidiendo a Dios que no me abandone en una locura humillante. Quiero morir como el quebracho que no entrega su figura de árbol rudo sin exigir el esfuerzo del hachero en prolongadas transpiraciones. Quiero morir como el quebracho, que al caer hace un ruido que es un alarido que estremece la tranquilidad del monte. Quiero morir de pie, invocando a Dios en mi familia, a la Patria en mi Ejército, a mi pueblo no contaminado con ideas empapadas en la disociación y en la sangre. ¡Oh, Dios misericordioso, te pido humildemente me concedas esta gracia! ¡Dad a mi espíritu tu protección generosa para que mi vida cese como la serena llama de una vela que se extingue!.En mi calendario, donde marco los días tan amargos de mi cautiverio, hoy tiene para mí una significación muy especial. Me siento convulsionado, angustiado, una profunda pena oprime mi pecho. Me siento sumamente tensionado, nervioso. Mi mente se agita y parece percibir no sé que conjunto de sensaciones extrasensoriales y me invade una desesperante intención de gritar, de llorar, de patear el tabique de mi celda, mientras los ojos vigilantes del joven de capucha siguen inquisidores mi movimiento nervioso en la estrechez de mi ratonera. Por la noche, de cuya llegada me entero por la hora oficial de Radio Rivadavia, ya que en esta cárcel subterránea la vida pasa sin día ni noche, sólo hay la luz de un mísero y precario tubo fluorescente, mis nervios no me permiten conciliar el sueño. En mi perseverante meditación he comprendido que el estado de paroxismo es producido por un hecho irreversible. Siento la laxitud de haber captado un mensaje de despedida de un ser muy querido. Quizá mi esposa, mi madre, mis hijos, mis hermanos. El desasosiego de mi incomunicación me lleva a una gran agitación, pero estoy seguro, convencido plenamente que un hecho luctuoso abate el seno de mi familia.¡ Es una prueba más de Dios, y yo la acepto!. Que negra noche cae sobre mi dolor y mi impotencia... (1)(1). Ese día fallecía la madre de Larrabure

NAVIDAD Y AÑO NUEVO
Las fiestas navideñas son fiestas de hogar, donde la familia cristiana se reune para memorar el nacimiento de Jesús en el humilde pesebre de Belen. Esas reuniones de familia con ecos de agradables villancicos constituyen un bagaje muy caro a la recordación de un cautivo caído en la crueldad de una estrecha mazmorra. Melancólicos recuerdos, lágrimas y una espera sin esperanza, mientras los ojos de avecilla negra que me observan están ausentes de todo calor de cánticos navideños. ¿ Hijos de quien son estos seres? ¿Observan alguna tradición?.Son subversivos sin familia y sin fe. Su tradición es la sangre, su símbolo no la estrella de Belen sino la horrenda estrella roja de cinco puntas.Pero Navidad pasa con una profunda pena en mi corazón y muy pronto el año nuevo, 1975, será quizás el año de mi desenlace. La despedida del año y el escuchar en la noche el ruido de cohetes me atormenta y me sume en una profunda depresión. Pienso en los míos, a quienes la llegada del año nuevo constituye la apertura de un nuevo año y un nuevo sendero sin esperanzas.Estas dos fechas marcan etapas muy dolorosas y siento una depresión que me obnubila. Mi insomnio persiste y comprendo que mi estado emocional sufre alteraciones que se acrecientan. Creo en algunas oportunidades que pierdo el sentido y me sumergo en una somnoliencia que verdaderamente es un estado de verdadera inconciencia. Escucho gritos, voces y sirenas. Este estado anímico tan especial pienso, es producto de un lento envenenamiento a que me someten mis captores. Son frecuentes mis trastornos estomacales: creo que ya estoy al borde del abismo. El 4 de enero sorpresivamente sentí voces de mi hija, y salí en su búsqueda, y me encontré con tres hombres y una mujer joven que hablaban en una habitación. Les ví sus caras y la contracción de sus mejillas, su palidez ante el peligro que supone la presencia inusitada de un hombre cautivo que los encuentra desarmados. Lamentablemente mi estado de alucinación y mi salud quebrantada no me ayudan en la gresca que se origina. Pude pegar, rompí un vidrio, pero fui desvanecido por mis siniestros carceleros y cuando desperté me encontré maniatado de pies y manos en mi camastro. Así permanecí durante tres días en que con más severa vigilancia se me desataba para alimentarme y para usar mi inodoro portátil. Maniatado, dolorido por los golpes recibidos, me sentí afiebrado. Me brindan asistencia médica y luego de ese ... (1)



(1) El relato se interrumpe en este punto. Poco después Larrabure sería torturado y asesinado.
Fuente: Revista Gente , Año 12 Nro. 612 – 14 de abril de 1977.




Pues bien, los "jóvenes que tan solo pensaban diferente" secuestraron a Larrabure el 11 de agosto de 1974 y, después de largos tormentos, terminaron por matarlo el 23 de agosto de 1975.




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viernes, 17 de agosto de 2007

157º Aniversario Fallecimiento General San Martin

"...Sus rasgos fisonómicos eran muy expresivos y simpáticos, su mirada viva y penetrante, sus modales llenos de afabilidad... Su conversación, fácil y jovial, era una de las más atractivas que he escuchado..."
Albert Gérard en "L'lmpartiaí" de Boulogne-Sur-Mer


"La iconografía ha fijado para siempre algunas instancias de aquella etapa de Boulogne-Sur-Mer. La única fotografía del anciano, en esos años, es el daguerrotipo parisino de 1848. Sobre él trabajó su aguafuerte Ed-mond Castan, difundiendo la imágen del gran viejo de cabeza blanca, algo ennegrecido todavía el bigote y las cejas, erguido en su asiento.

La decisión de vender su residencia de Grand Bourg, concretada en agosto de 1849, confirma su decisión de alejarse de Francia. Solamente rescató los muebles y pertenencias de su dormitorio, que trasladó a su habitación de Boulogne-Sur-Mer, y que hoy se hallan resguardados en una sala de nuestro Museo Histórico Nacional, respetando la distribución que tuvieron en los altos de Gérard. Estos muebles revelan la sobriedad del ambiente en que desarrollaba su vida cotidiana, pautada por hábitos estoicos.
En Boulogne-Sur-Mer se agudiza el mal de cataratas en ambos ojos, que empezó a presentarse en 1845 y que había de limitarlo sensiblemente provocándole una acentuada desazón. La ceguera gradual le impidió el goce de la lectura, a la que era tan afecto, y la redacción de sus cartas, de lo que se lamenta en reiteradas ocasiones. También lo obligó a una mayor reclusión y a espaciar sus paseos vespertinos con sus nietas Mercedes y Josefa, por las que tenía entrañable cariño y quienes a veces le servían de lazarillo.
Él mismo había dicho, me resta la esperanza de recuperar mi vista el próximo verano, en que pienso hacerme la operación a los ojos. Si los resultados no corresponden a mis esperanzas, aún me resta el cuerpo de reservas (en evidente alusión castrense), la resignación y los cuidados y esmeros de mi familia.
La anhelada intervención quirúrgica, efectuada en la primavera del año siguiente, apenas si le restituyó algo de su vista. Ese mismo año tuvo un nuevo ataque de cólera y recrudeció su gastritis crónica -qué tanto le afectó en sus campañas militares- con vómitos de sangre y punzantes dolores. También se agravó su úlcera. A fines de la primavera de 1850 se trasladó, para atenuar sus dolencias, a los baños termales de aguas sulfurosas de Enghien, cerca de París. Permaneció allí hasta el mes de julio, recuperándose parcialmente. Sus hijos intentaron disuadirlo de regresar a Boulogne-Sur-Mer, considerando la humedad de su clima, pero fue en vano. Escribe Mariano Balcarce: no pudo, por el mal tiempo, hacer elejercicio que le era necesario; perdió el apetito y fue postrándose gradualmente. Aunque sus padecimientos destruían sus fuerzas físicas y su constitución, que había sido tan robusta, respetaban su inteligencia. Conservó hasta el último instante la lucidez de su ánimo y la energía moral de que estaba dotado en alto grado.
El día 6 de agosto salió a dar un paseo en carruaje - ya que le era imposible hacerlo a pie y volvió tan extenuado que debió ser auxiliado para descender del coche y subir las escaleras hasta su dormitorio. El día 13, por la noche, fue atacado por agudos dolores de estómago y debió recurrir a una fuerte dosis de opio para amenguarlos. Como única manifestación frente al padecimiento, dijo a su hija, que lo asistía con la ternura de siempre: “C'est !'orage qui mene au port! es la tempestad que lleva al puerto!”. Doble delicadeza del padre que se vale del francés y de una metáfora para expresar su sensación del inminente fín y no agravar el dolor de su hija.
Al día siguiente amaneció amortecido pero, en medio de una fiebre alta, se recuperó. En la mañana del 17 de agosto, se mostró con aparente mejoría y pidió pasar a la habitación de su hija y escuchar la lectura de los periódicos.
El doctor Jardón, que lo atendía, lo visitó y aconsejó la asistencia de una hermana de caridad para secundar a Mercedes en la atención que el enfermo requería. Hacia las dos de la tarde rodeando su lecho su hija, su yerno, las niñas y Francisco Javier Rosales -encargado de la representación de Chile en Francia- se produjo una nueva crisis de gastralgia y fue recostado en el lecho de su hija: Mercedes, esta es la fatiga de la muerte... Sus últimas palabras fueron para pedir a Mariano que lo condujera a su habitación. A las tres de la tarde expiró.

Registrado oficialmente el deceso, se embalsamó el cadáver y el día 20, poco después de las seis de la mañana, desafió de la casa de Gérard un reducido cortejo que se detuvo, para un responso, en la iglesia de San Nicolás.
Después, la triste procesión continuó hacia la catedral de Nuestra Señora de Boulogne donde, gracias a los buenos oficios del abate Haffreigue, sus restos fueron depositados en la cripta catedralicia. Allí reposarían hasta su traslado, en 1861, al panteón familiar en el cementerio de Brunoy.

Tres testimonios directos nos ofrecen sus impresiones sobre los penosos días del Libertador en Boulogne-Sur-Mer: las cartas de su yerno y los artículos necrológicos de Félix Frías y de Albert Gérard.

Frías lo encontró durante su último viaje a los baños termales: en algunas conversaciones que tuve con él en Enghien... pude notar un mes antes de su muerte que su inteligencia superior no había declinado. Vi en ella el buen sentido, que es para mi el signo inequívoco de una cabeza bien organizada. Conversó con San Martín sobre Tucumán, Rivadavia, los años de su Tebaida cuyana, el estado actual de Francia y las cualidades de los franceses.
Su memoria conservaba frescos y animados recuerdos de los hombres y de los sucesos de su época brillante. Su lenguaje era de tono firme y militar, cual es de un hombre de convicciones meditadas. Pero, hacía algún tiempo que el general consideraba próxima su muerte, y esta triste persuasión abatía su ánimo, ordinariamente melancólico y amigo del silencio y del aislamiento... Su razón, sin embargo, se ha mantenido entera hasta el último momento.
Frías arribó a la casa de San Martín pocas horas después de su muerte: en la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba colocado sobre su pecho y otro entre dos velas que ardían al lado de su lecho de muerte. Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver.

Gérard publicó su artículo en "L'lmpartiaí" de Boulogne-Sur-Mer y en él decía de su huésped: El señor de San Martín era un lindo anciano de elevada estatura, que ni la edad, ni la fatiga, ni los dolores físicos habían podido doblegar. Sus rasgos fisonómicos eran muy expresivos y simpáticos, su mirada viva y penetrante, sus modales llenos de afabilidad... Su conversación, fácil y jovial, era una de las más atractivas que he escuchado. "

*FUENTE http://www.rgcgsm.mil.ar/


Óleo, Francisco Madero Marenco

VIDEO SAN MARTIN- INGRESAR : http://www.youtube.com/watch?v=ATa0l-wnZC0

viernes, 3 de agosto de 2007

FRANCISCO MADERO MARENCO en ARANDÚ

EL 20 DE SEPTIEMBRE DE 2007

TALCAHAUANO 949

19 Hs






Entre indios y gauchos - Muestra del 2006

Oct-2006
ARTE RURAL: PINTURAS DE FRANCISCO MADERO MARENCO

Más de 300 personas en la inauguración de la nueva muestra del joven pintor de los pagos del Tuyú.

Una nueva muestra de Francisco "Pancho" Madero Marenco, el joven y exitoso pintor de los pagos del Tuyú, convocó a más de trescientas personas en la vernissage celebrada la semana pasada en Espacio Ag. Y a diario es visitada por la pléyade de adeptos al arte rural, para admirar un conjunto de obras pictóricas conmovedoras para los que aman los temas gauchescos. Pancho tiene apenas 26 años. Vive y sueña en su campo de Madariaga, donde la tradición recobra vigencia a partir de su pasión por el paisaje rural. Una pasión que creció al impulso de su abuelo, el gran Eleodoro Marenco, uno de los más importantes artistas de nuestra historia. Esta es la tercera presentación de Madero Marenco en Espacio Ag. Esta galería se especializó en la cuestión rural, quizá aprovechando la extraña discriminación que sufre esta temática en otros ámbitos culturales, descalificada precisamente por considerarse "figurativa". Pero hay una gran cantidad de artistas que se dejan atrapar por las cosas del campo, su gente y sus paisajes. Y tienen cada vez más público. Lo hemos detectado desde "Clarín Rural": cada vez que publicamos alguna nota sobre arte rural, las consultas taponan a las telefonistas."Otra vez nos encontramos con que al inaugurar la muestra, prácticamente todos los cuadros están vendidos" —dice con una mezcla de orgullo y desazón José Piñeiro Iñiguez, titular de la galería especializada en la temática rural. Gauchos, caballos, escenas de tareas rurales. "Es increíble que no quede casi nada para la venta —prosigue—, porque la producción de Pancho es muy grande. Pinturas que, como en años anteriores, evocan sistemáticamente a los orígenes de una nación cimentada en personajes, actividades y parajes, que Pancho describe con envidiable obsesión descriptiva". "La descripción iconográfica es el resultado de tanta demostración de talento", comenta Piñeiro Iñiguez. Colores, personajes, dibujo, emoción y patria envuelven una muestra" que evoca la memoria de Eleodoro Marenco, Juan Carlos Huergo, o Güiraldes, que forman parte del núcleo selecto de los grandes pintores gauchescos. Precisamente este año se han cumplido diez años de la muerte de Marenco, quien le inculcó a su nieto no sólo el sentimiento de argentinidad que hay en sus cuadros, sino también el oficio de pintor. Y que se refleja en la suma meticulosidad de los cuadros del joven. Malones, trabajos con vacunos, paisanos y caballos empilchados con elegancia y detalle.Francisco Madero Marenco convive entre pinceles y telas, entre caballos y paisanos, ama nuestra tradición y ha reflejado en esta exposición el gaucho, la pampa, el orígen de una Argentina viable reflejado en una tela. Convierte a las telas en documentos casi iconográficos.En la vernissage, los comentarios de los visitantes oscilaban entre el asombro por la calidad de los cuadros, y la seca del campo que ahora se cortó. La muestra finaliza el 30 de octubre, en M. T. de Alvear 1175.

PUBLICADO EN DIARIO CLARIN OCT. 2006

jueves, 2 de agosto de 2007

PARA EL CAIDOR


De nuevo a la pobre arena,
La castiga un cuerpo humano,
Con un golpe soberano,
De esos que valen la pena…
Se me hace que el dueño entrena,
Mas sin buscar acomodo,
Caerse de cualquier modo,
Todo entero, no una parte,
Eso constituye un arte,
El caer con culo y todo.

No hay músculo que resista,
Alrededor de los labios,
Hasta ignorantes y sabios,
Se ríen junto a la pista.
Nombren alguien que resista,
Una sonrisa sin fin,
Caerse así es un trajín,
Una lucha tome y traiga,
Para quedar cuando caiga,
Como botella e jardín.

Cuando alguien es derribado,
Suelen sacarlo en camilla,
Y le muestran la amarilla,
Al bruto que lo ha golpeado,
Queda el mozo desairado,
Le duele el lomo y la cola,
Encima no es una sola,
Casi es record nacional,
En vez de tradicional,
Vestí de dama Española.-

Serapio Joso.